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La cirrosis biliar es una enfermedad crónica en la que los conductos biliares presentes dentro del hígado se destruyen gradualmente, impidiendo la salida de la bilis y provocando que se acumule en el interior del hígado, provocando inflamación y lesiones.
Hay dos tipos principales de cirrosis biliar:
- Cirrosis biliar primaria: afecta principalmente a los conductos biliares de tamaño mediano dentro del hígado y se caracteriza por la destrucción, cicatrización y eventual desarrollo de cirrosis e insuficiencia hepática;
- Cirrosis biliar secundaria: se caracteriza por una obstrucción prolongada de la vía biliar, resultando en cambios rápidos y profundos en el hígado. La causa más común en los adultos son los cálculos o tumores de la vesícula biliar.
Habitualmente, la cirrosis biliar surge en personas con enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide, la esclerodermia o el Síndrome de Sjögren y, por tanto, también se ve como una enfermedad autoinmune, en la que el organismo ataca las propias células de la vía biliar.
Aún no existe cura para la cirrosis biliar, sin embargo, como la enfermedad puede causar daño hepático severo, existen algunos tratamientos que parecen retrasar su desarrollo y aliviar los síntomas.
Síntomas principales
En la mayoría de los casos, la cirrosis biliar se identifica antes de que aparezcan los síntomas, especialmente a través de análisis de sangre que se realizan por otro motivo o como rutina. Sin embargo, los primeros síntomas pueden incluir cansancio constante, picazón en la piel e incluso sequedad en los ojos o la boca.
Cuando la enfermedad se encuentra en una etapa más avanzada, los síntomas pueden ser:
- Dolor en el abdomen superior derecho;
- Dolor en las articulaciones;
- Pies y tobillos hinchados;
- Vientre muy hinchado;
- Piel y ojos amarillos;
- Diarrea con heces muy grasas;
- Pérdida de peso sin motivo aparente.
Estos síntomas también pueden ser indicativos de otros problemas hepáticos y, por ello, es recomendable consultar a un hepatólogo para que realice análisis de sangre y otras imágenes, como ecografía o resonancia magnética, para identificar el diagnóstico correcto e iniciar el tratamiento más adecuado. Consulte algunos síntomas que pueden indicar problemas hepáticos.
Causas de la cirrosis biliar
Se desconoce la causa de la cirrosis biliar, pero muchas veces se asocia a personas con enfermedades autoinmunes y, por tanto, es posible que el propio organismo inicie un proceso de inflamación que destruya las células de las vías biliares. Esta inflamación puede luego pasar a las otras células del hígado y provocar daños y cicatrices que comprometen el funcionamiento adecuado del órgano.
Como se hace el tratamiento
No existe cura para la cirrosis biliar, sin embargo, se pueden usar algunos medicamentos para retrasar el desarrollo de la enfermedad y aliviar los síntomas, que incluyen:
- Ursodiol: es uno de los primeros medicamentos utilizados en estos casos, ya que ayuda a que la bilis pase por los canales y salga del hígado, reduciendo la inflamación y previniendo el daño hepático;
- Ácido obeticólico: este remedio también puede ser conocido como Ocaliva y ayuda en el funcionamiento del hígado, disminuyendo los síntomas y la progresión de la enfermedad;
- Fenofibratos: este medicamento ayuda a disminuir la inflamación del hígado y a reducir síntomas como picazón generalizada en la piel.
En los casos más graves, en los que el uso de medicamentos no parece retrasar el desarrollo de la enfermedad o cuando los síntomas siguen siendo muy intensos, el hepatólogo puede aconsejar un trasplante de hígado, con el fin de prolongar la vida de la persona.
Por lo general, los casos de trasplante tienen éxito y la enfermedad desaparece por completo, devolviendo la calidad de vida de la persona, pero puede ser necesario estar en lista de espera para un hígado compatible. Comprenda más sobre cómo se realiza el trasplante de hígado.
Además de todo esto, es común que las personas con cirrosis biliar tengan dificultad para absorber grasas y vitaminas. De esa manera, el médico puede asesorar al seguimiento con un nutricionista para comenzar a complementar las vitaminas, especialmente las vitaminas A, D y K.