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Por lo general, solo del 25 al 30% de las personas infectadas con el virus de la hepatitis C tienen síntomas que no son específicos y pueden confundirse con la gripe, por ejemplo. Así, muchas personas pueden estar infectadas con el virus de la hepatitis C y no saberlo, ya que nunca han manifestado síntomas.
A pesar de esto, algunos de los principales signos y síntomas que pueden ser indicativos de hepatitis C son piel amarilla, heces blancas y orina oscura, que pueden aparecer unos 45 días después del contacto con el virus. Entonces, si cree que puede tener este problema, seleccione lo que está sintiendo, para evaluar los síntomas y conocer su riesgo de tener hepatitis:
- 1. Dolor en la parte superior derecha del abdomen No Sí
- 2. Color amarillento en los ojos o la piel No Sí
- 3. Heces amarillentas, grises o blanquecinas No Sí
- 4. Orina oscura No Si
- 5. Fiebre baja constante No Sí
- 6. Dolor en las articulaciones No Sí
- 7. Pérdida de apetito No Sí
- 8. Náuseas o mareos frecuentes No Sí
- 9. Cansancio fácil sin razón aparente No Sí
- 10. Vientre hinchado No Si
Por lo general, los pacientes comienzan con cambios en las heces y la orina, luego aparece la fiebre y cuando la fiebre comienza a disminuir, aparece el color amarillo en la piel y en los ojos. Todos estos síntomas disminuyen gradualmente y la mayoría de los infectados desarrollan hepatitis C crónica porque no logran curar la enfermedad de manera oportuna.
Cómo confirmar el diagnóstico
Dado que los síntomas de los distintos tipos de hepatitis son muy similares, es importante consultar a un hepatólogo para que realice las pruebas necesarias y confirme que se trata de una hepatitis tipo C, iniciando el tratamiento más adecuado. El diagnóstico se realiza principalmente mediante la realización de pruebas que evalúan la función de las enzimas hepáticas y la serología para el virus de la hepatitis C.
La persistencia del virus de la hepatitis C en el cuerpo durante períodos prolongados aumenta el riesgo de complicaciones hepáticas, como el riesgo de desarrollar cirrosis o cáncer de hígado, y puede requerir un trasplante de hígado.
Cómo ocurre la transmisión
La transmisión de la hepatitis C se produce por contacto con sangre contaminada con el virus de la hepatitis C, con algunas de las principales formas de transmisión:
- Transfusión de sangre, en la que la sangre a transfundir no se sometió al proceso de análisis correcto;
- Compartir material contaminado para perforar o tatuar;
- Compartir jeringas para uso de drogas;
- De madre a hijo hasta un parto normal, aunque el riesgo es pequeño.
Además, la hepatitis C se puede transmitir a través de relaciones sexuales sin protección con una persona infectada; sin embargo, esta vía de transmisión es poco frecuente. El virus de la hepatitis C no se puede transmitir a través de estornudos, tos o intercambio de cubiertos, por ejemplo. Comprenda más sobre la transmisión de la hepatitis C.
Como se hace el tratamiento
El tratamiento de la hepatitis C es guiado por un infeciólogo o hepatólogo y debe realizarse con medicamentos antivirales, como Interferon, Daklinza y Sofosbuvir, por ejemplo, durante aproximadamente 6 meses.
Sin embargo, si el virus permanece en el cuerpo después de estos períodos, la persona puede desarrollar hepatitis C crónica que está estrechamente relacionada con la cirrosis y el cáncer de hígado, y necesita otros tratamientos, como un trasplante de hígado. Sin embargo, existe el riesgo de que el paciente aún esté infectado con el virus de la hepatitis C y al recibir el nuevo órgano también lo contamine. Por tanto, antes del trasplante, es necesario intentar erradicar el virus con fármacos durante largos meses hasta que se autorice el trasplante.
Además, la hepatitis C crónica reduce el rendimiento físico y mental del paciente, comprometiendo su calidad de vida, por lo que es muy común encontrar casos de depresión asociados a la hepatitis C crónica. Obtenga más información sobre el tratamiento para la hepatitis C.
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